La memoria es siempre el fundamento de la creación artística; memoria infantil, memoria adulta, memoria histórica. Eso quiso negarlo la vanguardia radical de comienzos del siglo XX. Hoy los artistas conscientes y comprometidos con la creación lo saben y lo practican; sin memoria, no hay identidad posible.

La joven pintora Guadalupe Valdés ofrece una sugerente y amplia exploración de la memoria; su secreto y sabio operar en el trasfondo de la sensibilidad artística.

Recupera el valor del paisaje límpido, lleno de luz y se encanta en él, atravesando su fluidez originaria con fragmentos, recortes, vestigios de otros y otros paisajes y figuras; y abstracciones lineales, en franjas potentes de color; atenta a la fuerza que deviene de la dimensión horizontal. Varía y multiplica los formatos tradicionales, recupera y superpone el valor simbólico del triángulo, la figura perfecta de la divinidad y de la Trinidad, del polígono, de la geometría inagotable, mostrando así el carácter fragmentario de la memoria y el recuerdo, que hila en una argumentación visual coherente y llena de sentido.

Isabel Cruz de Amenábar

Diciembre del 2015